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Reflexiones sobre la libertad
Uno de los motivos que me han traído a la fotografía fue la necesidad de libertad. He encontrado este texto en la red de autoría de Martha Medeiros. Para todo en la vida hay un precio, incluso para ser libre. Vale la pena reflexionar.

Libertad y control
Yo no sé ustedes, pero yo soy del tipo controladora, me gusta estar en la regencia de todo lo que me cerca, vivo la ilusión de que sin mí las cosas no funcionarán, me siento necesaria y esto me agrada y al mismo tiempo me angustia, me gustaría ser más relajada y resignarme más delante de mi falta de control absoluto: pues sí, uno piensa que tiene control sobre todo, pero no tenemos control sobre nada.
Si disfrutan el auto-analizarse, bienvenidos al club.
He pasado horas el otro día conversando con un amigo sobre este incitante asunto: tenemos o no control sobre nuestras vidas? Tiendo a creer que hay un control, al menos parcial. Sino veamos: yo tengo el poder de elegir. Puedo decir sí o no, ir hacia la izquierda o hacia la derecha. Puedo separarme, seguir casada, tener un hijo más, puedo cambiar el color de mi cabello, puedo dejar el empleo, pasar dos meses sola en una isla o internarme en un convento. ¿Qué me lo impide?
Tú misma te lo impides, me responde él.
Tiene razón, el problema es que no somos libres. Yo, por lo menos, no creo en libertad mientras haya dependencias afectivas. Para ser libres precisaríamos no mantener ninguna especie de lazo con nadie, lo que es impensable: dejar a padre, madre, hermanos, hijos, amigos, un amor. Es un precio demasiado alto para pagar por el ir-y-venir. Estoy de acuerdo con un psicoanalista que dijo que lo máximo de libertad que podemos anhelar es escoger la prisión en la que queremos vivir. Yo he escogido la adorable prisión de los afectos. Mi amigo considera interesante esta historia de escoger nuestras prisiones, pero dice que eso sólo prueba que somos 100% libres. Podríamos no escoger ninguna prisión, pero nos es intolerable la idea de vivir sueltos. Entonces vamos construyendo nuestras cercas: una madre enferma a quien no podemos decepcionar, una esposa que se suicidaría si la dejáramos, hijos que se traumatizarían con nuestro divorcio, un gran empleo que sería una locura abandonar, en fin, vamos inventando excusas para no salir de la jaula. La libertad es desestabilizadora y queremos todo, menos la subversión.

Pregunto: qué hay de malo en ser correctos, en actuar con decencia y discernimiento, en no frustrar las expectativas que han depositado en nosotros?

Nada de malo, responde mi amigo. E incluso muy noble, dígase de paso. ¿Pero quién ha inventado las definiciones de corrección y decencia? Y con respecto a sus propias frustraciones, son menos importantes que las que los otros tienen con respecto a nosotros?

Entonces, de vez en cuando, entro en unos debates insanos sobre la libertad y el control, y a dónde llego con todo esto? A una charla excitante, lo que ya es mucho. Pensar es un ensayo de libertad. Al que pocos se atreven, de hecho. Es lo que me permito por ahora mientras no sea – en la práctica y las ganas – totalmente libre.

Martha Medeiros

Um dos motivos que me fizeram entrar na fotografia foi a necessidade de liberdade. Achei este texto na internet com a autoria da Martha Medeiros. Para tudo na vida há um preço, inclusive para ser livre. Vale a pena refletir.

 

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